Las ambulancias y los autobuses se niegan a subir incluso en verano y, mientras tanto, los más de 40 vecinos de la zona permanecen incomunicados.
Son sólo seis kilómetros de carril, una distancia que, con las lluvias, se convierte en infranqueable. La tierra se corre y el camino queda cortado.
Ahora su desesperación les ha llevado a alzar la voz más allá de sus pueblos donde, aseguran, nadie les escucha. Dicen que llevan más de 20 años protestando por los mismo, pero el problema en vez de solucionarse se agudiza cada día más.
El carril está repartido entre dos términos municipales. Un kilómetro y medio se encuentra en el término de Benadalid y el resto en el de Benalauría.
Pero los vecinos no entienden de divisiones. Ellos están unidos, pagan sus impuestos y tasas municipales donde les corresponde y sólo quieren poder vivir tranquilos en el mismo lugar donde lo hicieran sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, explica María.
«Cuando llueve es como una lengua de tierra que va cubriendo el carril. Este invierno estuvo un camión atascado durante 48 horas»dice Antonio.
Como ellos otros muchos vecinos se han animado a alzar la voz y dejar claras sus pretensiones. La madre de Pedro tiene cáncer y necesita la ambulancia para que la lleve a Málaga a darse las sesiones de quimioterapia. Pero la ambulancia no sube hasta su casa. También el marido de María necesita algunas veces la ayuda de una ambulancia que nunca llega.
Pero en La Fuensanta y Las Canchas no sólo viven personas mayores. También hay niños en edad escolar para quienes llegar cada día al Colegio se convierte en invierno en toda una aventura. A pesar de todo llegan, claro, pero porque sus padres les han inculcado tesón y esfuerzo, explica su profesora.
El problema es sencillo: la única vía de acceso a sus hogares es un carril que se encuentra en una situación deplorable, algo que se acentúa con las lluvias. Y la solución desde su punto de vista también es fácil: el carril hay que arreglarlo, «aunque no se asfalte», dicen.
Las alcaldesas de los dos municipios aseguran estar poniendo todo de su parte para mejorar la situación de estos 60 vecinos, pero no son ellas quienes tienen la última palabra, explican, sino La Diputación y la delegación provincial de Medio Ambiente.
Ahora los vecinos, puestos ya en pie de guerra, no piensan parar. Seguirán, por las buenas, pidiendo reuniones y soluciones. Su fecha tope es el final del verano. Después empezarán las lluvias.